¿Qué necesita un/a niño/a para un desarrollo emocional sano?
- Mireia Font Becerra
- 30 jun
- 2 Min. de lectura
Los primeros años de vida no solo sientan las bases del desarrollo físico y cognitivo, sino también del mundo emocional, relacional y psíquico de un/a niño/a. Es en esa etapa temprana —aparentemente simple y cotidiana— donde se construyen las primeras experiencias de confianza, de vínculo, de identidad. Vamos a ver qué necesita un/a niño/a para un desarrollo emocional sano.

No se trata de hacerlo perfecto, ni de tener todas las respuestas. Lo que más necesita un/a niño/a en esta etapa es una presencia que le mire, que le escuche, que le sostenga. No hablamos solo de estar físicamente cerca, sino emocionalmente disponibles: poder leer sus señales, responder con sensibilidad a sus necesidades, calmarle cuando no puede calmarse solo/a.
Desde el enfoque psicoanalítico, hablamos de una función materna o paterna suficientemente buena: no perfecta, sino ajustada, flexible, capaz de contener la angustia del bebé sin anularla ni desbordarse con ella. Un adulto que pueda acoger el llanto sin apresurarse a callarlo, que tolere la frustración del niño/a sin interpretarla como un fallo propio, que ofrezca palabras a las emociones que todavía no pueden nombrarse.
En términos vinculares, el apego que se construye en esta etapa es clave. Un vínculo donde el/la niño/a se siente seguro/a, protegido/a, visto/a, va a permitirle explorar el mundo, aprender, jugar, y más adelante, establecer relaciones desde un lugar de mayor confianza y autonomía.
Pero también es importante que ese adulto no se borre como persona. Los niños/as necesitan un otro que no solo esté para ellos/as, sino que también tenga deseos, límites, cansancio. Porque eso les enseña que el mundo está habitado por otras personas con vida propia, y que los vínculos sanos no exigen fusión total, sino presencia real.
Muchas veces, las madres y padres llegan a consulta con miedo a equivocarse, con dudas sobre si están haciéndolo bien. Pero criar no es seguir una receta perfecta, sino poder sostener un vínculo en el que haya lugar para el amor, el conflicto, la reparación y el aprendizaje mutuo. Y cuando eso se logra, aunque haya errores —porque los habrá— también hay espacio para construir seguridad emocional.
En definitiva, lo que más necesita un/a niño/a en los primeros años no son juguetes, actividades ni estimulación constante. Necesita un vínculo que lo/a acoja tal como es, que lo/a ayude a regular sus emociones, que le devuelva una imagen amable de sí mismo/a y del mundo. Un vínculo que le diga, con gestos más que con palabras: “estás a salvo, eres importante, estoy aquí contigo”.
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