¿Qué es el encuadre y por qué es importante?
- Mireia Font Becerra
- 8 jun
- 2 Min. de lectura
Cuando una persona empieza una terapia, muchas veces lo que más necesita es sentirse escuchada, acogida y comprendida. Pero para que eso ocurra, no basta con hablar sin rumbo: la relación terapéutica necesita un marco claro que dé seguridad y sentido. Ese marco es lo que en psicología llamamos encuadre. Vamos a ver a continuación qué es el encuadre en psicoterapia y por qué es importante.

El encuadre es el conjunto de condiciones que sostienen la terapia: la frecuencia de las sesiones, el horario, el espacio físico o virtual, la duración, el pago, las normas de cancelación... Pero también incluye algo más invisible: la actitud del terapeuta, los límites que cuida, el tipo de vínculo que se construye y el sentido profundo de lo que pasa en sesión. Aunque a veces pueda parecer rígido o innecesario, el encuadre no está ahí para limitar, sino para cuidar. Es una estructura que sostiene.
En psicoterapia, el encuadre no es un simple contrato práctico. Tiene una función emocional muy importante: ofrece previsibilidad en un entorno donde van a surgir aspectos muy íntimos, frágiles o confusos. Muchas personas llegan a terapia desde historias donde los límites han sido inestables o poco claros. Por eso, que el terapeuta sea coherente con el encuadre, que lo mantenga y lo cuide, también es una forma de reparar y de ofrecer algo nuevo.
A veces, cuando se rompe el encuadre (por ejemplo, con cancelaciones constantes, cambios de horario o respuestas del terapeuta fuera de sesión que no están bien delimitadas), eso puede generar confusión, frustración o incluso desconfianza. No es que no se pueda hablar de eso: al contrario, esas situaciones también son parte del trabajo terapéutico. Lo importante es que puedan pensarse y sostenerse desde un vínculo que se va construyendo poco a poco.
En la terapia con niños/as, por ejemplo, el encuadre es también fundamental. La constancia de los días, el modo de entrar y salir de sesión, los objetos que acompañan… todo eso ayuda a generar un espacio seguro que facilite el juego y la expresión emocional. Y en el caso de adolescentes, implicarles en cómo quieren participar (si prefieren entrar solos, si necesitan que sus padres estén presentes, etc.) también es una forma de darles lugar y reconocer su autonomía.
El encuadre no es algo fijo para siempre: se puede revisar, ajustar, conversar. Pero su existencia es lo que permite que la terapia tenga profundidad, que no se convierta en una charla sin dirección ni en una ayuda puntual desconectada de un proceso. Es, en definitiva, lo que permite que el encuentro entre terapeuta y paciente se transforme en un espacio terapéutico real, cuidado y transformador.
Comments