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Ansiedad en las relaciones: ¿por qué me angustio tanto?

  • Foto del escritor: Mireia Font Becerra
    Mireia Font Becerra
  • hace 28 minutos
  • 2 Min. de lectura

A veces, no es en el trabajo ni en los estudios donde más sentimos ansiedad, sino en las relaciones. Una simple conversación pendiente, un mensaje sin respuesta, un cambio en el tono de voz del otro/a… pueden despertar una angustia desbordante, difícil de calmar. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué ciertas relaciones parecen tocarnos tan hondo que incluso el cuerpo se activa como si algo muy grave estuviera en juego? Vamos a intentar responder a la pregunta "¿por qué me angustio tanto?".

ansiedad

La ansiedad en el vínculo no es un “problema de inseguridad”, ni algo que se solucione diciéndonos que no pasa nada. Es una experiencia que suele tener raíces profundas en nuestra historia emocional. Desde pequeños/as, aprendemos a regular nuestras emociones y a sentirnos seguros/as a través del vínculo con las figuras que nos cuidan. Si esas relaciones fueron inconsistentes, imprevisibles o cargadas de exigencia, es posible que hayamos desarrollado un temor a que el otro/a desaparezca, nos rechace o nos deje solos/as.


En psicología hablamos del apego, que es la forma en que hemos aprendido a relacionarnos con los demás y a buscar seguridad. Un apego inseguro puede hacer que, en la vida adulta, las relaciones significativas despierten temores antiguos: miedo a ser abandonado/a, a no ser suficiente, a que el afecto recibido sea retirado en cualquier momento.


Además, en nuestro mundo interno también existe lo que llamamos el “yo ideal”: la imagen de cómo deberíamos ser para ser amados/as. Cuando sentimos que no estamos a la altura de esa imagen, surge una angustia intensa, que se proyecta en la relación. Nos invade el miedo a que el otro/a vea nuestras “fallas” y nos rechace por ello.


Todo esto hace que a veces necesitemos comprobar constantemente que el otro/a sigue ahí, que nos quiere, que no nos va a abandonar. Y cuando algo en el vínculo cambia, aunque sea pequeño, la ansiedad se dispara. No estamos solo reaccionando al presente: se activan heridas y escenas internas del pasado.


En la terapia, no se trata simplemente de aprender a calmarse o a “ser más seguro/a”, sino de poder mirar qué está en juego en esos momentos de angustia. Comprender de dónde viene ese miedo, qué historia cuenta sobre nosotros/as, qué patrones se repiten en los vínculos.


A través del trabajo terapéutico, podemos empezar a sostenernos mejor en la relación con el otro/a: no desde la exigencia o la dependencia, sino desde un lugar más consciente y seguro. La ansiedad en los vínculos no desaparece mágicamente, pero deja de gobernar nuestras relaciones. Y en ese cambio, ganamos libertad, autenticidad y la posibilidad de construir lazos más sanos.

 
 
 

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