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¿Cómo hablar con mi hijo/a sobre ir al psicólogo/a?

  • Foto del escritor: Mireia Font Becerra
    Mireia Font Becerra
  • hace 3 días
  • 4 Min. de lectura

Hablar con un niño o una niña sobre la idea de ir al psicólogo puede generar dudas, miedos o resistencias, tanto en las personas adultas como en los propios menores. A veces, los adultos temen asustar, estigmatizar o generar rechazo, y otras veces no saben cómo explicar en palabras comprensibles qué es la terapia y por qué puede ayudar.

Sin embargo, cuando este momento se aborda con honestidad, calma y sensibilidad, puede ser una oportunidad para transmitir un mensaje poderoso: pedir ayuda está bien, hablar de lo que nos pasa es importante y las emociones también se cuidan. Vamos a ver juntos/as cómo hablar con mi hijo/a sobre ir al psicólogo/a:


madre e hija hablando

¿Por qué es importante cómo lo explicamos?

Los niños y niñas, incluso cuando no entienden todo lo que ocurre a su alrededor, perciben con claridad los gestos, las emociones y las tensiones en el ambiente. Por eso, cuando hay malestar en casa o cambios importantes en su comportamiento, suelen notar que algo no va bien. Llevarles a un espacio donde puedan ser escuchados y acompañados puede marcar una gran diferencia, pero para que ese espacio tenga sentido para ellos/as, es importante que sepan por qué están allí.


No se trata de convencerles, sino de incluirles, de darles un lugar activo dentro del proceso. Explicarles con palabras sencillas, adecuadas a su edad, qué es la terapia psicológica les ayuda a sentir que no están siendo “llevados” sin más, sino que forman parte de algo que también les pertenece.


Hablar con anticipación: dar contexto y seguridad

Es fundamental que los niños/as sepan con antelación a dónde van, con quién se van a encontrar y para qué. Esta previsibilidad les da seguridad. Decirles el mismo día que van a ir a ver a alguien "para hablar de lo que les pasa" sin haberlo preparado previamente puede generar confusión o rechazo.


En mi forma de trabajar, la primera sesión es siempre con los adultos responsables, sin el menor presente. Ese espacio nos permite pensar juntos sobre lo que está ocurriendo, recoger la historia y también abordar con calma cómo hablar con el niño/a o adolescente sobre la idea de acudir a consulta. Cada caso es distinto, por eso es importante que este paso esté cuidado y adaptado a la situación concreta.


Si se trata de un/a adolescente...

Con adolescentes, la participación activa es clave. En muchos casos, no tiene sentido que se les “lleve” sin más, sino que es importante involucrarles en el proceso desde el principio: ¿quieren entrar solos/as desde la primera sesión? ¿prefieren que vayan primero sus padres o madres? ¿quieren que estemos todos/as juntos en el inicio?


Darles voz sobre cómo empezar les permite tener una posición más activa y respetada. Aunque puedan tener resistencias iniciales, el solo hecho de poder opinar y decidir puede ser el primer paso para construir un vínculo terapéutico basado en la confianza.


Algunas claves sobre cómo hablar de la terapia:

  • Habla desde la calma y sin dramatizar. Si se transmite angustia o urgencia, puede que lo vivan como algo amenazante. En cambio, si se presenta como un espacio positivo y cotidiano (como cuando se va al médico para cuidar el cuerpo), se sentirá con más naturalidad.

  • Utiliza un lenguaje claro y cercano. Puedes decir cosas como:“Vamos a ver a una persona que habla y juega con niños y niñas para ayudarles a ver y entender cómo se sienten.”“Es un lugar donde puedes contar lo que te pasa, dibujar o jugar si te apetece, y te pueden ayudar si algo te preocupa o te hace sentir mal.”

  • Evita palabras que puedan generar culpa o sensación de que “hay algo malo” en él o ella. No es que el niño/a “esté mal”, sino que hay algo que está costando y que se puede acompañar mejor.

  • Valida lo que siente. Tal vez sienta miedo, enfado o confusión. Escuchar y acoger esas emociones ayuda mucho más que intentar convencer de que “no pasa nada”.

  • Adáptalo a su edad y nivel de comprensión. Un niño pequeño necesitará explicaciones más concretas o visuales, mientras que un/a preadolescente puede beneficiarse de una conversación más abierta y participativa.


¿Y si no quiere ir?

Es normal que al principio haya dudas o resistencia. A veces ayuda mucho poder visitar el espacio con antelación, conocer a la persona que le atenderá, o dejar que lleve un objeto que le dé seguridad (un peluche, un dibujo, una libreta…).


También puede ser importante hablarle de que no tiene obligación de contar todo de golpe, ni de hablar si no quiere. Que el proceso respetará sus tiempos y que la terapia es un lugar seguro para expresarse sin juicios.


Uno de los errores más comunes —aunque bienintencionado— es hablar de la terapia como una consecuencia del comportamiento del niño/a: “como estás portándote mal, tendrás que ir al psicólogo”. Eso refuerza la idea de que ir al psicólogo es una sanción, y puede generar más rechazo. En cambio, si se transmite que es un recurso para estar mejor, comprender lo que está pasando y sentirse acompañado, se abre una puerta diferente: la del cuidado.


Ir al psicólogo no tiene por qué ser un tema tabú o difícil de abordar. Cuando los niños y niñas comprenden que se trata de un espacio para ellos/as, donde podrán ser escuchados, comprendidos y respetados, la experiencia puede convertirse en un recurso muy valioso.

Como adultos, nuestra tarea es acompañarles en ese camino con honestidad, respeto y confianza, recordándoles que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza.

 
 
 

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